LA CAÍDA DEL SUEÑO AMERICANO


La pandemia del Coronavirus ha visibilizado la decadencia de los sistemas neoliberales y su falta de funcionamiento, y Estados Unidos se encuentra en uno de los peores momentos de su historia. La improvización ante la enfermedad y los rebrotes del racismo nos llevan a preguntar si ya nada será como era entonces. 




Ni en el más terrible de los escenarios la humanidad imaginó ser atravesada por un contexto de emergencia sanitaria mundial como el que estamos viviendo, con consecuencias catastróficas en los distintos ámbitos sociales y personales alrededor del planeta. Por primera vez, el mundo, se sintonizó en una misma frecuencia que cruzó el umbral de las diferencias de cada sociedad en las decisiones institucionales para poder enfrentar lo que estaba aconteciendo el planeta entero. Nos unimos en información simultánea, nos comunicamos para informarnos sobre lo que está pasando en los países más afectados, nos comparamos unos con otros y nos hemos transformado en especialistas de la intercomunicación cibernética queramos o no.

Cada instante que pasa nos acerca más al futuro de lo que vendrá, nos preguntamos cómo será la elección de métodos en los distintos países para la continuidad de la vida y cómo afrontar los nuevos procesos sociales que devendrán de la post-pandemia. Pero distinto a otras ocasiones, esta vez, la no oficial pero si legítimada socialmente capital del mundo, Norteamérica, la cual se ha autoreferenciado como tierra de oportunidades y que prometía el ansiado sueño americano no se encuentra nisiquiera cerca de poder brindar certezas de cómo o de qué manera enfrentar la situación actual y mucho menos explicar como afrontar los próximos procesos sociales requeridos para volver a una vida normal. 

Lejos, muy lejos de lo que el mundo entero esperaba ver se encuentra Estados Unidos. Paralizado en su economía y cosechando una catarata de críticas negativas en todo el mundo por las medidas tomadas por el presidente Donald Trump con respecto al combate del Covid-19 encontramos a este país, que suma a todo este clima el enardecido contexto social sacudido por la visibilidad mediática y mundial del racismo en su máxima expresión. Digo visibilidad ya que el repudiable hecho de público conocimiento ocurrido con el asesinato de George Floyd, ciudadano afroamericano, a manos de un policía en el estado de Minneapolis no es un suceso aislado sino que es la repetición de cientos de casos similares en Estados Unidos que no llegan a ser virales por medio de redes sociales como en esta oportunidad y por tanto no traspasan la barrera mediática convirtiéndose en un caso más de racismo, moneda corriente que esta lejana a ser disipada y que por el contrario en los últimos años ha sido alimentada, encubierta y fomentada por su máximo representante institucional.
La era contemporánea encuentra a Estados Unidos en uno de sus peores momentos de la historia. El retroceso en los derechos civiles y humanos se encuentra in crescendo. El presidente Donald Trump no sólo no toma las medidas que corresponden sino que orgulloso de cada paso en la marcha atrás que dá, se posiciona como líder libre de errores en discursos que rozan el límite de lo absurdo. La subestimación realizada al virus pandémico le ha cobrado a su país 110.037 muertes y más de 1.928.094 contagios hasta el el día de hoy, cifras que por el momento y al parecer seguirán creciendo, ya que para el gobierno son daños colaterales.

Esta situacion es la trágica evidencia de como la desicion que toman algunos gobiernos de ahorrar sobre el sistema de salud pública termina costando mucho más caro, se paga con la vida de ciudadanos que no tienen la posibilidad de acceder a servicios básicos y fundamentales que debería proporcionar el estado.

(En esta foto podemos observar la realización  de una fosa común, para los muertos por Covid-19 en la isla de Hart, Nueva York)

El mundo entero se encuentra en crisis económica, paralizado ante una catástrofe sin precedentes que plantea nuevos interrogantes frente al cambio de necesidades esenciales de las personas y junto a ellas el cambio en la oferta y demanda de productos. ¿Cómo será la nueva redistribución de poder económico? ¿Quiénes comandaran este proceso? 

Hace algunos años, no todos pero la mayoría de los países hubiesen acudido buscando socorro en Estados Unidos, líder económico mundial que en estos momentos es cuestionado sobre sus capacidades, no solo las de aportar a países extranjeros sino en la  de prosperar en su propia economía. El cambio de paradigma e incertidumbre en este ámbito nos invita a cuestionarnos si la humanidad se encuentra frente al famoso nuevo orden mundial. 

El país del norte dejó claro en reiteradas oportunidades y hace tiempo que la búsqueda del sueño americano no es para todos. Para acceder a este se deben cumplir ciertas características que rondan entre las ideas nacionalistas republicanas y la exclusividad que otorga una visa. Estas condiciones han frustrado los sueños de miles de extranjeros que anhelaban llegar a la tierra prometida, buscando lo que tantas veces vemos en las películas procedentes de este país; un trabajo perfecto, ahorros dolarizados y una casa de dos pisos con su Cadillac clásico estacionado en la entrada.

La pandemia del Coronavirus ha visibilizado la decadencia de los sistemas neoliberales y su falta de funcionamiento en la nueva economía-comercial que requiere de aire nuevo para poner en marcha la industria mundial. El extremismo máximo de Estados Unidos como conductor del mencionado sistema y su posterior caída han provocado que también se ponga en duda su propia continuidad al frente del mundo y por consiguiente la tan ansiada búsqueda y existencia del sueño americano. Las nuevas economías mundiales pusieron en evidencia las falencias sociales y la falta de aptitud de este país para la reestructuración de los nuevos procesos sociales y económicos post-pandemia. Norteamérica sin ayuda de nadie también demostró la falta de organización de emergencia ante el virus y que en medio de una catástrofe mundial también avala otra igual de grave; el racismo de cepa que infecta diversos sectores poblacionales y gubernamentales. Estados Unidos que se jactaba de ofrecer ayuda ante las necesidades financieras de otros países y se presentaba como la tierra de oportunidades para quien pise su territorio se convirtió a la vista de todos en un país que conducido por su líder, desafía a la naturaleza, ahogado en su vanidad y egocentrismo intocable. Actualmente no tiene más para ofrecer que oscuridad por la disparidad que sobresale entre sus propios habitantes, puesto que el sistema de salud pública es inexistente, el caos civil y social se están apoderando de diversas ciudades fomentados por el propio gobierno, que hace oídos sordos y que por último pero no menos importante encuentra a la economía en un desconcertante stand by. La situación de desempleo desde el comienzo de la cuarentena creció, el precio de los productos está en ascenso y el declive económico se convierte en el más grande desde la Gran Recesión generando en el primer trimestre del año según la CNN una reducción del PBI del 4,8%, consecuencia de la pandemia mundial.

Dudas e incertidumbre invaden este duro momento, que ha pasado a ser uno de los más catastróficos en la historia mundial. Cito al periodista español Ignacio Ramonet, quien afirmó: "Estamos padeciendo en nuestra propia existencia el famoso efecto mariposa; alguien al otro lado del planeta se come un extraño animal y tres meses después media humanidad se encuentra en cuarentena. Lo que prueba que el mundo es un sistema en el que todo elemento que lo compone por insignificante que parezca, interactúa con otros y acaba por influenciar al conjunto"

De esta afirmación no caben dudas, estamos inmersos en una situación mundial social unificada donde la disparidad y situación económica de los países repercutirá en cada uno de manera violenta en distintos niveles. Talvez llegó el momento de pensar si verdaderamente existe y necesitamos un sueño americano o si la respuesta que buscamos se encuentra en las reindustrializaciones nacionales que dependen de cada país para la activación de sus respectivos mercados nacionales y propias producciones con posteriores exportaciones que alimenten cada industria. En simples palabras elegir el trabajo en casa,  en lugar de apuntar a sueños impuestos en el colectivo social que suelen funcionar sólo en una minoría de todos los que lo intentan y que termina por convertir a la mayoría de extranjeros residentes en Estados Unidos en personas perseguidas, discriminadas y excluídas social y políticamente, que se perpetúan en la conformidad de un trabajo que por prejuicios personales y sociales en su propio país nunca hubiesen realizado y que allá ejercen sin objeciones.

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