Cultura Pop


Millennials vs. Centennials. ¿A qué grupo pertenecés?


De todas las novedades y nuevos términos que ocasionó la revolución tecnológica actual, ahora estamos en una encrucijada en cuanto a la nostalgia y todo lo que podemos hacer según el año en que nacimos.


No es noticia toparse con estas palabras a diario, son generaciones que dominan las redes y actualizaciones de todo lo que se habla en el mundo. Si bien existe un pequeño enfrentamiento entre ellas, aún se confunden por ser similares y a su vez tan diferentes. Son el pasado del futuro. Un presente que se consume por dentro y vuelve a crecer.

En este universo, no hay un sombrero seleccionador que determine cómo la sociedad decidirá llamarnos. Simplemente es inevitable darle nombre a lo que representa una mayoría. Player 1 suele ser diagnosticado con el síndrome de Peter Pan. Player 2 lo googlea y encuentra un libro en PDF que obviará para pasar a ver el tráiler de un live action fallido. Los nuevos dioses corporativos son los únicos que aplican de vez en cuando una fatality para cada jugador. Nadie gana y nadie pierde.

Por supuesto, su clasificación es solamente una línea social de la cual muchos pueden escapar, solamente los sociólogos se animan a estudiar su comportamiento, por el momento. Sin embargo, tanto la tecnología como la vida laboral influyen en la filosofía personal que los imanta y electriza hacia una agrupación u otra. Para que no queden dudas, desmenuzaremos sus características principales.

Millennials o generación Y, la que se recicla con filtros.

En más de una nota de diario online se acordó que los nacidos entre 1981 y 1995 son los herederos del estrés y la ansiedad, los mismos que dejarán el legado de la auto-valorización digital. Conocen el resentimiento con los predecesores por encuadrar conceptos que de a poco se fueron desbloqueando y desconstruyendo. Tuvieron que vivir un primer acto de represión, guerra y censura que los obligó a movilizarse para luchar contra el sistema y hacer crecer sus expectativas profesionales. Aspiran a subir escaleras y atravesar laberintos en cada propuesta laboral conquistada por un plazo no superior a los dos años. Aprendieron a desarrollar su creatividad e ingenio mientras exigen la libertad de expresión que todavía no saben cómo se rompió.

Tienen un sentido de supervivencia al querer seleccionar sus intereses y dividirlos del resto. Nacieron con la habilidad de aprecio por el olor a libro nuevo, lo que los hizo más sensibles cuando Andy eligió a Buzz sobre Woody o cuando Ross corrió al aeropuerto para declarar su amor a Rachel. Dieron a luz al monstruo que siguen criando y alimentando, llamado FOMO (Fear Of Missing Out, o en español: MAPA, Miedo A Perderse Algo). Por esto mismo, buscan desesperadamente escapar de sus propias realidades. No comprenden el trastorno mental que provoca decir: “arreh” o “eskere”. Repelen todo tipo de compromiso que conlleve grandes responsabilidades. Y temen tener que volver a enchufar la consola de videojuegos al mismo tomacorriente que tiene conectado al tv de tubo, la videocasetera o el reproductor de DVD.

Centennials o generación Z, la que se recarga y auto-liberaliza.

Desconocen el significado de la privacidad. Confunden al éxito con una megusteada, una compartida, una suscribida, una retuiteada y una instagrameada. Al haberse estirado durante la inflación global, no tienen grandes esperanzas salariales, sino moderadas. Se volvieron ágiles y prácticos con respecto a lo que la gente les demanda. En lugar de oponerse al régimen totalitario, crean sus propios sistemas liberales. Tienen un sentido de pertenencia por defender problemáticas que afectan a todos. Su mayor exigencia es la inmediatez, pues un nuevo pecado puede ser el hecho de clavar el visto o de apropiarse de términos culturales que no razonan.

Descubrieron el poder de juzgar desde el anonimato a un nivel Dra. Polo sin dejar casos cerrados. No comprenden la relación entre una birome y un cassette. Y casi no recuerdan la época en la que había que esperar una semana para poder ver el próximo capítulo de moda. Tampoco necesitan salir de casa para comparar precios de cualquier producto. Pues claro está, tienen todo al alcance de aplicaciones en su Smartphone. Observan al mundo mucho más analíticos que el resto de las personas. No establecen límites en sus relaciones experimentales.


Entre todos hemos aprendido a no estar conformes con nada, nos quejamos de lo perfecto y desaprovechamos nuestros errores. Sin embargo, los últimos años nos acostumbramos a revolcarnos en mismo barro así que no estamos tan mal. Hoy podremos ser víctimas de las religiones tecnológicas con pasos agigantados, pero siempre encontramos la salida de nuestras propias etiquetas. Todos aquellos que se dan por aludidos de pertenecer a un grupo u otro, entiende cuál es lugar que asume, nadie se lo impone. A no ser que prefiera que alguien más lo clasifique. Solo estamos de paso, es una era que no notaremos cuando evolucione. Pero si estamos dispuestos a aprender de los demás, estamos encaminados. 


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