Salud mental

Epidemia de gente tóxica


El odio es moneda corriente en la vida contemporánea.

Con pecado original o simplemente un mal día, encontramos las excusas perfectas para no hacernos cargo de nuestros problemas y culpar al mundo de ello. Tan así que se hace contagioso para el entorno.





Lentamente se enciende la luz del sol y automáticamente comienza a caer la arena en el reloj. Autos que chocan, motos que vuelan. Bocinas, alarmas, sirenas. Signos inentendibles y en mayúsculas dentro de globos de diálogo en personajes estereotipados sin freno. El conejo que llega tarde. El jefe que pide órdenes para ayer. El cliente que siempre tiene la razón. Caras de lunes. Llantos infantiles. Humo. Esclavos de la tecnología transportando celulares por la calle. Libros de quejas que explotan. Salas de espera con las primicias de la situación del país. Bombas de tiempo esperando el colectivo. Estrés. Depresión. 5 planos diferentes por segundo resumiendo el dolor de vivir un día en la vida. Hay un paciente en la sala de urgencias a corazón abierto, expectante a quien se digne a salvarlo. Ese paciente es la sociedad. No, esperen, entró en coma.

Son innumerables las causas y síntomas de la toxicidad que se pasea de aura en aura. Son los piojos de las emociones. Por si alguien entre los lectores de esta nota aún no se dio cuenta, le hago un favor. Tal vez por no detenerse a pensar un segundo no pudo notar que en realidad, todos tenemos problemas. No es una competencia de quién revienta primero. Nadie sufre más que nadie. Cada uno vive sus dramas a su manera. 

Si buscamos el concepto exacto de “tóxico”, podemos toparnos con una sustancia venenosa, cuyos sinónimos son peligrosa, insegura, dañina, destructiva e incluso maligna. ¿Les suena de algún lado?

¿Alguna vez conocieron a alguien que les hiciera sentir que todo lo que hacen está mal? Según el escritor y licenciado en psicología, Bernardo Stamateas, en su libro “Gente tóxica”, estas personas son aquellas que quieren meterte miedo o culpa. Con amenazas, intimidando. O reprochando errores del pasado. Otra enemiga que debemos enfrentar es la envidia, una suma de tristeza y bronca. Su principal función es reducir nuestros logros o valores. ¿Cómo podemos salir al mundo sin cruzarnos con energías negativas que tarde o temprano nos enfermarán?

Cuando charlamos con nosotros mismos podemos llegar a la conclusión de que también somos algo tóxicos. Como dice la canción de la Bersuit “Perro, amor, explota”, -nadie está a salvo de la locura-. Es imposible estar conforme todo el tiempo. También es imposible lo contrario. Esto no es noticia, la historia se escribió con tinta roja. Lo que podemos hacer es detectarlo a tiempo antes de hacerle daño a otra persona, o peor aún, hacernos daño.

Mi intención no es hacerles doler la cabeza trayendo tantas sombras a su lectura. Estamos analizando el campo de batalla. Día a día salimos a trabajar, a estudiar, a interactuar con otros seres humanos que sobreviven igual que nosotros. Y lo que cargo de experiencia me permite asegurar que la felicidad es intermitente. Por momentos, ya que cuando no está, se hace notar para que la busquemos. Así que nada es blanco o negro.

A lo largo del camino nos toca arrastrar el caballo muerto, que nos pesa y nos hace responsables de su destino. Pero, al igual que Florence, podemos enterrarlo y luego poder bailar al sacudir los demonios que se apoyaban en nuestras espaldas. Todos los días nos vamos a cruzar con individuos magnetizados por ondas oscuras. Y si nos agarran con la guardia baja, nos pasan la pelotita de la mala onda por un buen rato.

Ahora bien, ¿qué podemos hacer para no ahogarnos y vivir para contarlo?  Primero arranquemos en casa. Cuando hay algo que no está bien, busquemos la falla y tratemos de repararlo. Somos seres inteligentes, y nuestra relación más larga es con nosotros mismos, por lo tanto, podemos superarnos. Cuando las flechas atacan desde afuera, es nuestro deber poner límites. Exponer cómo queremos que nos traten.

Hay una plaga de manipuladores, frustradores, celosos, envidiosos, falsos, hipócritas, malintencionados, maltratadores, narcisistas, controladores. No se pueden exterminar, si se pueden evitar. La mejor opción es alejarse de todos ellos. Cuando están dentro de los círculos inevitables como el trabajo o la familia, retomamos la postura de las barreras. Ser defensores de nuestras emociones y no dejar que alguien más venga a revolver el avispero.

¿Y cómo nos damos cuenta que estamos en contacto con una persona tóxica? Es cuestión de ponerse firme y confiar en la intuición. Eso que sabemos pero no sabemos por qué. Algo huele mal. Hay gato encerrado. Ahí empieza el análisis. Y quien da el diagnóstico final es alguien de confianza que ve nuestra situación desde la vereda de enfrente. Un buen amigo sabe aconsejar. Escuchemos.

Las personas somos vendedores de nosotros mismos. Lo que mostramos es parte de lo que somos y es lo que queremos que el mundo vea de nosotros. Es así como nos comunicamos al momento de hacernos saber quiénes somos. Todo lo que decimos y cómo lo decimos tiene una consecuencia. Al cometer errores, aprendemos y crecemos. Si no, nos contradecimos. Si alguna vez decido utilizar, por ejemplo, una gorra con cuernos en la facultad, más allá de que me equivoco al no respetar el reglamento preestablecido, estoy completamente abierto a dejar de usarla si se me lo ordena en el tono correcto. De lo contrario, me estoy exponiendo a recibir un mensaje de manera tóxica. Consecuentemente, no estoy de acuerdo. Y gracias a mi habilidad de aspirar los conocimientos indicados puedo hacerlo lucir en una nota como esta.


Me uso como ejemplo porque justamente no quiero recurrir al conflicto. Para evitar más toxicidad, podemos animarnos a nadar en conversaciones adultas sin ofensas pero duramente honestas para ser justos unos con otros. No soy perfecto, nadie lo es. Pero de mi parte ofrezco recurrir a la verdad aunque me estrelle contra la pared de la realidad, valdrá la pena. Me hago cargo de mis palabras. Invito a todos a defenderse de los antagonistas emocionales simplemente con dialogar. Por algo hay que comenzar.









Comentarios

  1. Muy bueno el ejemplo (la gorra) y de cómo esa situación puede ser una acción tóxica,el tema "barreras" creo que seria algo como "salir de ahí" .muy buena la nota!!!

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