LO QUE LA TORMENTA TRAJO Y SE LLEVÓ

 


Corrían 12 días desde el inicio del mes de noviembre en una Mendoza húmeda. Se presentaba un alto valor de vapor en la atmósfera y nuestros cuerpos sofocados por el calor se sentían aliviados por esa brisa refrescante que bien no sabíamos de dónde provenía.

Un cielo azul de día, que por razones que desconocemos es así cuando no hay nubes, ese cielo azul transparente que dejaba que los rayos del sol traspasaran nuestras ventanas, se metamorfoseó, se fue en un abrir y cerrar de ojos. Nuestro olfato sintió ese olorcito a lluvia tan característico que nos encrespa la piel, ese olorcito a tierra mojada, a césped mojado. Nuestro paisaje cambió.

Entre imponentes e infinitas cadenas montañosas, comenzamos a ver copos de algodón que hacían desaparecer los picos de esas cumbres. Cada vez más nubes se acercaban y un cielo gris, oscuro, que daba terror, apareció de repente. Ya estábamos advertidos por el Servicio Meteorológico Nacional (SMN), pero nunca pensamos que se advenía de manera convulsa y violenta una gran tormenta.

Tormenta en Mendoza. Foto: Diario Uno

Pasados 30 minutos de las 15 horas, se desató un explosivo temporal en la provincia de Mendoza. Una gran lluvia caía sobre nuestro territorio, como si incontables baldazos cayeran desde arriba. Nuestras ventanas ya mojadas, eran las receptoras de ese sonido de goteo imparable. Pero no solo fue eso. De repente, grandes piedras sólidas de diversas formas, tamaños y de manera sincronizada, como la Sonata de Beethoven, comenzaron a caer.

Calles anegadas, árboles caídos y servicios esenciales interrumpidos daban evidencia de la ferocidad que estábamos atravesando. La Avenida Emilio Civit se convirtió en un gran río, como si desde los portones del Parque General San Martín, hubieran abierto una gigante compuerta contenedora de millones de litros de agua. Bajaba con gran magnitud y arrastraba todo a su paso. Las calles céntricas, las tan coloridas y conocidas acequias mendocinas y los principales zanjones que gran parte del año lucen secos y abandonados, se colmaron hasta rebalsarse. 

Portones del Parque Gral. San Martín inundados. Foto: Diario Uno

Llovieron 75mm en escasos 50 minutos, un porcentaje muy alto del promedio anual de precipitación que es entre 200 y 250mm. En ese sentido Daniel Burrieza, Director de Defensa Civil, expresó que “ningún lugar está preparado para semejante cantidad de agua, en tan poco tiempo”.

No solo la Ciudad de Mendoza se vio afectada. San Martín, Junín, Lavalle y otros departamentos alejados de la Capital mendocina, se vieron azotados con rigor. Además de la furiosa precipitación, la caída de granizo de gran tamaño, afectó zonas cultivadas que ya estaban listas para ser cosechadas, llevándose en algunos casos el 100% de la producción, que le costó a varios productores y contratistas tanto sacrifico de sol a sol. Esa sensación inexplicable, por lo ocurrido, de quedarse sin nada en un minuto, a causa de las inclemencias climáticas se evidenciaba. 

Hectáreas de cultivos, acechadas por el granizo. Foto: Diario Uno

Grandes barriales en callejones blancos, cubiertos totalmente por la piedra, como si hubiera nevado era el nuevo paisaje, no tan bello para el hombre rural que incansablemente los 365 días del año cuidaba cada hilera, cada sepa, cada hortaliza. Nuevamente deberán comenzar ese camino, recorrer cada surco y esperar que el entrante año venga cargado de cierta bendición que les permita llegar a una fructífera cosecha. 





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